miércoles, 4 de enero de 2012

Eso...


Un día te paras a pensar en el mañana, dónde, cómo, cuándo y sobre todo, con quién.

Abrazar, besar, sentir, amor, alegría, son todas estas palabras que se usan para identificar lo mismo, a esa persona quizás. Yo no hablaría de palabras, hablaría de momentos, ver volar una gaviota, unas relajadas olas en el mar, un amanecer, un anochecer, un sol, una luna, ¿qué más da?, son momentos compartidos. Momentos únicos, pueden ser decenas, cientos, miles, pero únicos, en los que con cada uno puedes escribir páginas y páginas, no de lo que ves, si no de lo que sientes.

Pasear de la mano, sentarse al alba, compartir plato, recorrer juntos calles y calles enormes, escenas bonitas de pareja que nos muestran las películas. Yo reclamo, sin embargo, no esos momentos, si no esa sensación, porque qué más da si no es un paseo por un bosque maravilloso, si no por una ciudad ruidosa, estáis cogidos de la mano. Porque qué más da si no estas viendo el alba desde una alta colina con la naturaleza como orquesta; si no que estáis sentados en un banco, metálico, feo, esperando un autobús que os llevará quien sabe donde, qué más da el lugar, si en definitiva, vais juntos.

Creo en un mar de sentimientos, en olas como sonrisas, en destellos como miradas, en risas como cánticos, en tonterías como estrellas, en roces sinceros como surferos distraídos, creo en ti, creo en nosotros, creo en un infinito azul, donde no alcanza la vista, allí donde vamos a llegar.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Luz en la noche


La princesa que habitaba en aquellos lugares no era alguien corriente, su predisposición a ayudar a cualquiera que lo necesitara era digna de admirar. Blanca, sólo la leche o la nieve podían acercarse a la perfección y limpieza de su ser; dormía allí, rodeada de aquel fantástico paraje con el unico indicio de vida que proporcionaban aquellos solitarios y deshojados árboles, los cuales no era difícil contar con los dedos de las manos.

Le gustaba dormir, soñar bajo las estrellas, dar vueltas cerca de aquella naturaleza infinita; ese paisaje nevado era lo más parecido al cielo que se podía encontrar en la tierra, y ella habitaba allí, sola y feliz.

Muy de vez en cuando se veían unas huellas, unas pisadas... la buscaban, perseguían su consejo y experiencia. Rodeada por una especie de aura que ciega cualquier preocupación de quien se aproxime a ella... era una magnífica forma de aportar su granito; la gente, las personas se evadían de sus problemas, se sentían felices, una sonrisa se trazaba en sus caras, e incluso, unas gotitas caían de sus ojos, pues tal nivel de felicidad, armonía y plenitud no era ni inimaginable para los que no la conocían.

Poco a poco se iba expandiendo la noticia de su existencia.

Testigos se pronuncian acerca de una joven "milagrosa" (sic) la cual dicen, ha terminado con cualquier problema que tenian, les ha hecho diferentes, e incluso, les ha cambiado la vida.

Cada vez esas pisadas se veían más a menudo, para ella no era un problema, era su forma de ser feliz, ayudar con su gran don; aun no se habían cubierto las huellas en la nieve cuando ya se veían otras, hasta rastro de algunos trineos...

Ella, esa joven, comenzaba a sentirse cansada y agotada tras cada día, pues al igual que no sabía como era capaz de hacer eso, tampoco entendía su agotamiento, cuando lo único que había hecho era estar junto a mas gente.

El cielo azul y blanquecino empezó a tornarse grisáceo, había pequeños tramos en los que aquella capa blanca dejaba ver la oscura tierra; lluvia, incluso.

Un día pensando, apoyada en el tronco de uno de aquellos árboles invernales –su preferido– se sintió sin fuerzas, había estado con más de una docena de personas en los últimos tres días, y no veía con los mismos ojos las cosas, su mirada había cambiado. Sin saber como sucedía empezó a desvanecerse lentamente por el tronco, no podía levantarse, no lo conseguía.

Unas ramas algo secas, un cielo oscuro, una especie de pájaro extraño pasaba por encima, era un helicóptero, si...

Su cabeza calló hacia un lado, tapando el blanco manto con su negra cabellera...sus ojos se desplomaban, su rostro se apoyaba en la superficie; una lagrima, una lágrima brillante... y azul, calló sobre la nieve, la cual cedió ante su poder.



En ese momento las personas de todos géneros, razas y lugares, sintieron una pérdida enorme en ellos mismos, no lo entendían, no comprendían por qué estaban así.

Tiempos grises siguieron a ese instante... nadie veía nada bueno en nada, días tristes y oscuros hacían correr el tiempo, aquellos relojes corrían sin meta alguna, nada tenía sentido.

Cuento esto ya que soy el único que conoce la historia, el único que sabe qué esperar; todos aun sin saberlo, esperamos su regreso, su llegada, su descendiente... algo. Si no, no pasará mucho tiempo hasta que ya nada valga la pena... el gris se convertira en negro, y cual Big Bang inverso, todo desaparecerá, porque ¿qué es un mundo, una vida, una historia sin felicidad? nada.

martes, 26 de octubre de 2010

Despertar

Mirando una casa en el parque vi tu sombra, columpiándome en el columpio-rueda vi tu cabello, acercándome tras los arbustos vi tus ojos, aquellos ojos.

Al instante me quedé congelado, tu te giraste y me disparaste con la mirada, no podía haber peor proyectil que aquel que se salió de tu rostro, notaba algo de desprecio y una pizca de superioridad; afortunadamente pronto sacaste aquella flecha de mi cuerpo ya moribundo y dibujaste una sonrisa.

Te acercaste cual cazador a su abatida presa, nunca olvidare aquellos instantes, esos pasos acercándose y tus ojitos mirando con curiosidad a aquel hombre extraño y entrado en años que interpretaba una dolorida muerte en aquel escenario creado por la naturaleza.

Agradecí tu mano, tus caricias, tus palabras; atrapado  por aquel hechizo que ni la más malévola de las brujas era capaz de conjurar.

Un abrazo, eso lo rompió todo, tu cuerpo se fue desvaneciendo entre mis manos, aquellos ojos... se apagaron; una potente linterna desde el fondo lo iluminó todo completamente, desperté.

No quiero volver a soñar jamás, le dijo aquella mañana a su querida esposa.

No se juega con las ilusiones ni los sentimientos, noche tras noche dormía con el deseo de volver a ver esa melena acercarse en su ayuda; tras cuatro meses y medio del suceso la vio, y deseo vivir aquel sueño eternamente, así sucedió.